miércoles, 23 de enero de 2013

LA SOMBRA


Bien, mi historia comienza de manera retorcida…
Mis padres divorciados, lo cual me afectó mucho cuando era chico porque no tenia un lugar fijo donde vivir. A decir verdad, similar a lo que estoy viviendo ahora.
Terminé de deleitarme con la cena de mi madre y fui a acostarme, ya que había estado todo el día practicando partituras nuevas que mi tío me había regalado hace no mucho tiempo.
Me dormí rápidamente. La mudanza afectó de tal manera a mi habitación y a su aspecto, que solo tenia un cuarto sucio, chico, precario…
Lo llamé, por unas semanas, “La Caja”, porque siempre estaba oscuro y bueno… era cuadrada.
Me sentía estúpido y solitario… ¡Mierda! Desgastando las cuerdas de mi guitarra en un desolado rincón de La Caja durante la mayor parte de mi tiempo libre.
Volviendo a lo que me competía en ese momento, sentía frío, estaba desolado.
Somnoliento, termine cayendo en un estado indescriptible, entre la consciencia y la inconsciencia que causaba quedarse dormido.
Lo último que vi fue un bosquejo, un pedazo de sombra, por así decirlo, “parada” a unos pocos metros de distancia de mi cama. No sabía si estaba parada, flotando o si simplemente, no estaba.
Lo que si sabia es que estaba asustado, pero duro poco, ya que me dormí enseguida.
Recuerdo que desperté repentinamente esa cálida mañana de verano, sobresaltado por la terrible pesadilla de un hombre vestido de negro, o probablemente, una sombra, la cual hablaba conmigo, pero no sabia que me decía. O quizás me decía cosas pero era muy ignorante como para comprender o simplemente, nunca pasó.
Desayunando, ya más distenso, narré lo vivido en mi ilusión aquella noche.
Mi madre, como era de esperarse, no me creyó ni una palabra de lo dicho.
Cada vez se hacia peor, dormía con miedo, comía con miedo, vivía con miedo, vivía con La Sombra.


En un punto pensé que era locura o alucinaciones, ya que no dormía bien, pero yo sabía mejor que nadie que no era eso, que algo estaba en mi habitación, en La Caja, en mi vida, en mis sueños, retorciéndome desde adentro hacia fuera.
Me fui a vivir a la casa de mi tío por una semana.
Para que mi madre no se sintiera sola, llamó a su hermana, la cual también se habia separado de su marido, en ese entonces mi tío, con el cual convivía día a día.
Tenía una ligera tendencia a consumir marihuana. Naturalmente la fumaba.
Comencé a fumar de esa mierda al poco tiempo de haber estado en su residencia, ya que estuve allí como 3 semanas, sin escatimar, cronológicamente hablando.
Eso no era importante. Mi tía tenia 2 hijas en ese entonces (digo en ese entonces porque una fue brutalmente asesinada y la otra era adicta a la cocaína… ya sabrán como habría terminado).
Ellas eran casi de mi edad, un poco más chicas. Nunca me hablé con ellas, no me interesaba.
Estaba consumido… por el uso de estupefacientes y por el hecho de que mi madre no me creyera la historia de La Sombra.
Semanas después de convivir con mi tío y con la mierda, recibí una llamada de mi madre, muy angustiada, explicando que estaban muy asustadas porque escuchaban sonidos como si fuesen golpes, portazos, cosas así, provenientes de mi habitación.
No me sorprendí mucho ya que supuse que esto pasaría…
También me contó que mis primas, ella y su hermana también habían tenido un sueño similar al mío, con un hombre vestido de negro, o una sombra, no se distinguía bien.
El hombre, o lo que fuere, balbuceaba palabras pero nunca nadie lo podía entender.


Un mes había pasado. No había recibido llamadas, mensajes, cartas de mi madre. Ni siquiera una mera señal de vida de nadie.
Estaba preocupado, instintiva y subconscientemente conocía a La Sombra, sabía que era capaz que cualquier cosa, aunque no sabia hasta donde o hasta cuando.
Mi madre me llamó nuevamente, dándome la noticia de que se iban a mudar a una casa lejos de la misma.
La noticia me dejó boquiabierto. Mi madre no era para nada creyente en lo paranormal y ese tipo de “chantajes” como solía llamarlo. Aunque era muy creyente… confiaba en Dios y toda la bola. Yo, valga la redundancia, no le “daba bola”.
Me tomó por sorpresa. Pensé que era mejor volver con mi madre… ya saben, que todo vuelva a la normalidad, o al menos aparentarlo.
Empaqué lo poco que tenia, me alejé de mi tío, el cual no era precisamente la clase de tíos afectivos que te dan un abrazo y te desean lo mejor.
Con ojos rojizos y un humeante ambiente asqueroso que lo rodeaba, simplemente tomó su whisky y balbuceó algo como “Suerte, volvé algún día.
También tuve que alejarme de las drogas, el alcohol y bueno, todo eso.
No era un problema, ya que no tenía una personalidad adictiva… o al menos eso creía.
Volví a mi nueva casa, con mi madre, quien estaba mucho mas tranquila.


Las cosas pasaron rápido. Simplemente La Sombra seguía atormentándonos, aunque yo sabía que la cosa era conmigo.
Nos mudamos unas 3 o 4 veces más. - ¿Qué cómo comprábamos tantas casas? – Simple; vendíamos la anterior y así sucesivamente.
A veces con un poco más de esfuerzo, a veces con menos.
Nos acostumbramos a esa vida, aunque La Sombra no se detenía; era cada vez mas rápida, certera, fuerte, y aterradora.


Soy una persona rara, usualmente suelo tener sueños premonitorios, cosas raras.
Recuerdo que cuando tenía 8 años, soñé con gente muerta, un sueño particularmente bizarro en sí. Hasta llegue a soñar con el mismísimo Diablo… ¡Carajo!
Fui cuidadosamente tratado por psicólogos, psicólogas, analistas y demás.
No creía en nada de eso. Era mas profundo el análisis de la mente del ser humano. Francamente pensaba que el ser humano era demasiado complejo como para entender su retorcida mente de mierda.
En fin, según ellos, estaba deprimido. Y en parte era cierto, y que por eso alucinaba cosas como sombras y esa clase de rarezas. En eso estaban equivocados porque todos tuvieron experiencias cercanas con ella. Era como la muerte. Supuse que era la muerte, no se… ya estaba perdiendo un poco la cordura, y la paciencia también…


Me pedía que valla con él, prácticamente que me suicidara, decía que iba a encontrar la luz, que iba a divertirme, que allí había todo lo que yo quería.
Todo eso por medio de sueños, claro.
Una mañana mi madre me contó que soñó con que un hombre vestido de negro trataba de ahorcarla.
Otra vez, una tarde de otoño, estaba revisando mails en mi ordenador, cuando se dio vuelta, por instinto cree ella. Vio un hombre vestido de negro caminando por el patio.
Cuando ella se puso de pie, el hombre desapareció en frente de sus ojos. Como si hubiese parpadeado por una milésima de segundo, y el hombre ya no estaba.
Estaba harto, cansado, triste, confundido, desplomado, solitario, alejado, arraigado hasta el culo a esta criatura siniestra que me atrapaba de adentro hacia fuera y viceversa.
Una fría mañana de otoño, miré por la ventana y veía a los chicos del barrio corretear por ahí, jugando con pelotas de fútbol, riendo, siendo felices.
Hace años que no encontraba la felicidad.
Este hombre había consumido mi vida. Pero ya no más.
Tomé un filo de la máquina de afeitar que en ese entonces usaba, tapé la bañera y abrí el agua caliente.
Inhalé profundamente… suspiré.
El suspiro parecía interminable. Solo que quería terminar con todo.
Me sumergí en las aguas y bueno… lo demás surge por lógica, a menos que no la tengas.

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