sábado, 27 de abril de 2013

DICEN QUE DICEN.


Cuenta la leyenda que a lo lejos, en el corazón del bosque, hay una cabaña. Muchos dicen que está abandonada, pero otros dicen lo contrario.
Varios testigos han declarado que han visto a una figura misteriosa salir a la luz de la luna. Lo vieron corretear entre los árboles, escurriéndose en el bosque hasta el punto en que su figura ya no se distinguiera.
Otros dicen que es sólo una leyenda, y que la gente que lo inventa no está cuerda, pero hubo un testigo que no solo fue testigo ocular de lo que narraba, sino que tuvo un acercamiento más pronunciado para con esta criatura.
El hombre había salido a caminar por el bosque a eso de las 1:30 a.m. ya que sufría de insomnio. Salió esa noche solo con la compañía de su abrigo, unos cigarrillos, una linterna, su arma y la luz de la luna.
No quería explorar el bosque y mucho menos encontrarse con esa criatura. Su intención no fue ir a buscarla, de hecho, no estaba informado de la leyenda y de los numerosos testimonios que habían sido registrados aquella última semana.
Acogido por la brisa de la madrugada, encendió un cigarrillo y se sentó a las raíces de un frondoso árbol, cuya copa era de admirarse.
Logró observar a lo lejos como la luz de la luna se distinguía en algunas hojas húmedas del camino.
Inmediatamente, escuchó un correteo como si algo o alguien estuviera allí con él.
Serenado por el cigarrillo y la brisa, se levantó lenta y cuidadosamente. Accionó el percutor por si las dudas, tomó su linterna y comenzó a seguir el camino, intentando buscar alguna respuesta de lo que había sucedido.
El hombre había encontrado rastros en la tierra, como si esa cosa hubiese arrastrado sus manos por el suelo, lo cual era muy ilógico por cómo estaban hechas las marcas.
Un escalofrío le erizó la piel. Nunca había sentido tal pavor de esa manera, el cuerpo se le paralizaba, estaba completamente abordado por el terror.
Cuanto más se adentraba en el misterio, más temía por su vida y por la de su esposa.
De un momento a otro, sintió un golpe en la espalda muy fuerte. Cayó al piso, desplomado.
Cuando se despertó era atardecer, y había ido al bosque por la noche, lo que significaba que había estado toda la noche y toda la mañana en esa cabaña.
Si, estaba en una cabaña, en la legendaria cabaña.
Él nunca hacia caso a los rumores y menos de ese género, para el eran pura mierda.
Se levantó padeciendo un fuerte dolor estomacal y un terrible dolor en la espalda ocasionado por el golpe, suponía.
No sabía que lo había causado y no tenía mucha importancia en ese momento. Lo único que quería era volver a su cabaña y verle el rostro a Rocio, su esposa.
La cabaña era cuadrada, simple. Había dos ventanas a los costados y una puerta en frente, como era de esperarse.
Intentó abrir la puerta, nada. Intentó con las ventanas, tampoco. Intentó golpeando las ventanas, la puerta, las paredes, gritando, suplicando, absolutamente nada.
Luego de 3 horas agonizando, se dio cuenta que no tenía su linterna. Sólo tenía su arma con 1 bala en el cañón, un cigarrillo y una caja de fósforos que había encontrado en esa cabaña posteriormente.
En el interior de la caja de fósforos, había un papel maltrecho que en él decía: “Anhela el alma, es barata” “Disfruta de cada momento como si fuese el último.”.
No sabía si era un spot publicitario o una broma de mal gusto, pero ya había sufrido lo suficiente como para que lo fuera.
Derribado, el hombre se tiró en el suelo.
Viendo su arma y como la vida se le consumía como aquel cigarrillo que había encendido, recordaba a Rocio. Ella era lo único que él tenía en este mundo.
Él siempre lo decía, decía que no valía la pena vivir sin ella.
Rápidamente comenzó a llorar. El simple hecho de pensar que no podría volver a verla de nuevo lo estaba aniquilando por dentro, algo tenía que hacer para ponerle punto final a tal agonía.
Dio su última pitada, se puso de pie, rezó su último Padre Nuestro y como buen cristiano se encomendó a su Fé en Dios.
Cerró sus ojos irritados de tanto llorar, levantó su arma con su brazo maltrecho y desnutrido y lo único que se logró escuchar en esa habitación fue el eco retumbando en los sesos del joven.
Horas después, Rocio finalmente logró encontrar una cabaña. Si, la cabaña.
A lo lejos lograba distinguir una silueta en el suelo, ya que la puerta estaba abierta.
-            No, no puede ser él.
Susurró en voz baja y temblorosa.
A medida que se iba acercando corriendo, sentía como el alma se le escapaba del cuerpo. Sentía como moría lentamente por dentro.
Ni bien logró distinguir que era su esposo, se tiró sobre el cansado y desnutrido cuerpo.
Al compás de un fuerte abrazo, las lágrimas brotaban de ella como las hojas de los árboles brotan en primavera.
Se quedó allí quién sabe por cuánto tiempo, haciéndole compañía a la nada, muriendo poco a poco.

sábado, 30 de marzo de 2013

NO ABRAS LA PUERTA


La noche envolvía a la ciudad, mientras que una cruel nevada se desataba en lo más alto del cielo.
Habían comprado la casa hace ya un mes, luego del divorcio con su marido, Darlene quiso comenzar una nueva vida en una ciudad tranquila y alejada de la cual solía vivir con su marido debido a los recuerdos que esta le traía.
Su hija, Julia, de dotes musicales innatas, tocaba el piano una y otra vez en la sala.
Escala y vuelvo a empezar. Escala y vuelvo a empezar. Repasaba las notas, disfrutaba del “cálido” invierno. Una manera retorcida de describir lo que pasaba por su joven mente.
Su madre era una ocupada mujer de los negocios, y no hablo de pequeñas changas suburbanas, hablo de modificaciones en la estructura tanto gubernamental como social del país.
Una noche, Darlene tenía una importantísima reunión con una comisión para determinar cambios en el mercado.
En fin, tuvo que dejar a Julia sola por un momento, hasta que ella llegara.
Cenarían juntas en casa y luego su madre partiría hacia el encuentro.
En medio de la cena, en el noticiero, oyeron la noticia de que un prisionero se había fugado y que estaba rondando por esa zona.
Darlene se quedó helada, al ver el nombre de una calle muy cercana a su residencia.
Instintivamente apagó el televisor y sentó a su hija en frente de ella. Darlene no podía no asistir a esa reunión, determinaba el futuro de su carrera; Una exitosa mujer de los negocios, o una pordiosera administradora de desechos.
Con un nudo en la garganta, los bellos labios de Darlene susurraban en el oido de su hija.
-              Hija, mamá tiene que irse a trabajar, por nada del mundo abras la puerta, ni las ventanas, ni nada, ¿si?
-              Si mami, pero… ¿Cómo voy a saber que sos vos la que vas a entrar?
-              Vas a reconocer a mami por su voz.
-              Está bien mami, anda tranquila.
La madre estaba aliviada luego de esa grata charla con Julia, ya que sabía que ella era una chica calma, respetuosa, muy inteligente y obediente. Una hija soñada, por así decirlo.
La madre se levantó, tomo su bolso y partió, con los ojos llorosos y una voz temblorosa.
Julia no tuvo mejor idea que ver televisión hasta que sea la hora de irse a dormir. Estaba en un entre sueño  no sabia si era real o no hasta que el toquido de la puerta de en frente la despertó.
Temblando se acercó a la puerta y preguntó
-        ¿Quien esta ahí?
Nada. Nadie respondía, no se escuchaba otra cosa que no sea el viento de aquella noche.
 La puerta comenzó a ser ferozmente golpeada, como si alguien intentara abrirla por la fuerza.
La niña, atemorizada, corrió hasta su habitación y se acostó en la cama.
Llorando, intentaba conciliar el sueño, hecho que por fin sucedió poco tiempo después.
A la mañana siguiente, Julia bajó sigilosamente y encontró lo que nunca pudo imaginarse jamás.
La puerta había sido tirada abajo, a continuación se distinguían marcas de sangre por toda la puerta y gran parte del suelo.
Julia miro hacia un lado de la habitación y encontró a Darlene bañada en su propia sangre, con la lengua cortada y las piernas mutiladas ferozmente.
Julia todavía sigue en un hospital psiquiátrico, quien sabe por cuanto tiempo mas…

miércoles, 6 de febrero de 2013

LA MENTE


Carta va carta viene, la habitación se llenaba de humo por los cigarros. Eran las 1:30 A.m.
 Sacamos whisky, se inició una competencia; El que tomaba toda la botella (con chupitos) ganaba, y el que no, recibía golpes por parte de todos los presentes.
Las risas acompañaban el complejo entorno mugriento de la habitación.
Terminamos la competencia y un amigo recibió todos los golpes.
Me paré para ir a buscar hierba (ya saben, la “medicinal”) para rematar el momento.
De repente todo cambió, sentía como si el tiempo se parara, pasaban los segundos, minutos, horas, todo quieto. Hasta el humo de la habitación parecía calmo como la brisa en una noche de verano.
Intenté moverme repetidas veces, me ponía cada vez más nervioso, mientras que, obviamente, no podía mover ni sentir un solo músculo.
No sabía si eran los cigarros, el consumo excesivo de drogas, el alcohol o qué, lo que si sabía era que estaba sufriendo mucho y quería escapar de esa obscuridad para siempre.
Comencé a pensar en mis amigos, mi familia, mi novia, en todos ellos, en lo que podría haber vivido, lo que viví, todos los errores que cometí, lo que pude hacer bien que hice mal y lo que pude hacer mal que hice bien.
Quería gritar, no podía. Quería llorar, desistía.
Veía pasar año tras año, pero ya no veía nada. No veía a mis amigos, no veía la mesa, las paredes, los cuadros, el humo, las sombras, nada. Solo un enorme vacío sin fin.
De un instante a otro, comencé a sentir mis músculos, mi sangre agitada corriendo por mis venas, mi corazón casi saliendo por mi boca.
Mis amigos estaban ahí, parados uno al lado de otro mirándome con cara de susto.
Me preguntaban si estaba bien, si necesitaba algo.
Lo primero que hice cuando salí de ese estado fue ver el reloj de la habitación. No podía creer todos los años que habían pasado.
Aunque no era cierto, el reloj marcaba las 1:40 A.m.
¿Qué? ¿Parecían correr año tras año, y después de todo, solo pasaron 10 minutos?
No sabía lo que había pasado o, qué había pasado mientras estuve parado ahí.
Lo que si sabía, era cómo era vivir en el mismísimo infierno.

lunes, 28 de enero de 2013

HUYE MIENTRAS PUEDAS


 1998, noche fría y tenebrosa. Se podía percibir el terror en las temblorosas manos del más joven del grupo, Josh.
Linda, Carl y Jim estaban tan emocionados y excitados por la aventura que no tuvieron conciencia alguna de lo que estaban por hacer, ni de lo que podría afectar a la joven mente de Josh esta peligrosa, obscura pero excitante expedición.
Los 4 jóvenes se encaminaron a una aventura que, si bien sabían cuál era el grado de peligro, siguieron adelante, en el auto de Carl, a toda marcha.
Les gustaban las cosas de terror. Recuerdo que una noche jugando al juego de la Ouija, Jim insistía: - “¿Por qué no se mueve esta porquería? ¡No veo el día en que realmente encuentre algo que pueda asustarme de verdad!”.
Pronto tanto el como el resto del grupo iban a arrepentirse.
Se dirigían a una especie de “mansión embrujada” o algo por el estilo.
Buscaron y buscaron en Internet sitios tenebrosos con leyendas increíbles que relataban lo que en algún momento había acontecido en determinado lugar.
Lo mejor que encontraron, o que más les llamó la atención, fue esta enorme casa abandonada.
Buscaron la historia. Madame Louise se había suicidado una soleada tarde de primavera en 1944. La mujer vivía sola, por lo que nunca nadie jamás supo porqué decidió quitarse la vida.
Los chicos solían ocupar una residencia en el sur de California, Estados Unidos.
Lo cual dificultaba mucho su llegada a la casa de Madame Louise, ya que se ubicaba a unas 77,05 millas (124 kilómetros, más exactos) de donde solían residir.
Luego de hartas horas de viaje, habían llegado.
El lugar era impactante: Completamente desolado. Pasto quemado, basura, suciedad, vagabundos en las veredas, y mejor no sigo nombrando porque daban ganas de echarse a llorar, realmente.
Recordaron a Madame Louise, una famosa presentadora de noticias en un canal de televisión americana.
Nunca nadie la volvió a recordar. Me refiero a que nadie volvió a hablar de ella ni nadie visitaba su tumba. Tristemente, Louise, había quedado en el olvido, al igual que su destruida casa en ruinas.
Los adolescentes, repletos de vigor y entusiasmo, se bajaron del auto con linternas y 2 cámaras filmadoras.
Un vagabundo les advertía, mientras que Carl reía.
Fueron hasta la puerta. Realmente se sentía la pesadez de una presencia en ese lugar. Y realmente era fácil de darse cuenta de algo: ELLA NO LOS QUERIA DENTRO DE SU HOGAR.
Poco y nada les importó las advertencias: Tanto en el foro de Internet, como en la calle, las advertencias del sabio vagabundo.
Frenética, Linda pateó la puerta repetidas veces sin un resultado satisfactorio. Jim tumbó la puerta de un “hombrazo” por así decirlo.
Se adentraron en la casa.
Simplemente mugrienta, destruida, maloliente, abandonada, devastada y obscura.
Fría, muy fría por sobre todas las cosas.
Avanzaron entre escombros y pedazos de telas destrozadas, esparcidos por el piso del living.
Carl, Jim y Josh se dirigían a la siguiente obscura habitación, lo cual parecía ser una cocina.
Se escuchó un grito desgarrador, pero leve en su totalidad.
Los hombres, anonadados, no entendían que estaba pasando.
- ¡¿Donde mierda esta Linda?! ¡Maldita sea! ¡Supe desde siempre que esta era una terrible idea! – Lloriqueaba Josh.
-         ¡¿Podes calmarte, man?! – reaccionó Carl, nervioso.
- Vamos a resolver esto como un equipo, ¿si? – Agregó Jim, un tanto tenso.
Un silbido venía de una habitación apartada de todo. Los muchachos se dirigieron allí inmediatamente, pensando que encontrarían a su amiga.
Era un dormitorio.
No muchos objetos se encontraban en el, o al menos, objetos de valor.
Una cama antigua de roble con unos bellos detalles tallados en la madera.
Eso no importaba un carajo.
Carl, Jim y Josh no sabían que hacer; simplemente no habían encontrado nada en esa habitación, mas que polvo.
A lo lejos, abandonado, un ventanal dejaba entrar una ligera brisa me revolvía el cabello de los 3 aventureros.
-      Debió ser esta puta ventana – Dijo Jim.
Los demás estaban demasiado nerviosos y asustados como para siquiera responder a la queja de su amigo.
-         Vamos arriba, quizás este allí – Balbuceó Josh, quien no estaba seguro de lo que decía.
-         Vamos allá… ¿qué otra opción nos queda? – Agregó Carl, rendido.
Y así fue. Los 3 se sumergieron en las antiguas, desgastadas y rechinantes escaleras de madera de Madame Louise.
A medida que iban subiendo, sentían cada vez más y más frío.
-    ¡Mierda! ¡Me estoy congelando! – Exclamó Carl.
Los otros 2 muchachos estaban hartos, cansados y asustados. No le dieron importancia a nada. Solo querían encontrar a Linda e irse a casa.
Josh, como siempre tan preventivo y atento, volteaba cada 5 escalones que subía.
Algunos dirán que esto era producto de un loco, pero no lo era.
De lo contrario, ya estarían muertos; Josh volteó, como era de costumbre, hasta que vio algo que lo dejó boquiabierto.
Era Linda. Pero algo había cambiado, algo estaba mal con ella.
Josh lo detectó en un instante: Su pelo, sucio y desgastado, como si no lo hubiese lavado por un mes. Sus ojos grises, sedientos de venganza. Su piel ya no era la de siempre, ya no reflejaba el radiante aspecto de siempre. Sino que era blancuzca, como pálida de un susto.
Aunque el susto se lo llevó el pequeño Josh.
-         M… mu-¡muchachos! ¡corran! – Gritaba desesperadamente Josh.
-         ¿Pero qué carajo te pasa? – Respondió Jim, confundido.
-         ¡Viene por nosotros! ¡Madame Louise viene por nosotros! – Dijo Josh.
Acto seguido, el joven comenzó a subir los escalones frenéticamente, como nunca se lo hubiese visto jamás.
En el momento en que Jim y Carl voltearon, vieron a Linda, completamente fuera de si.
Gritando cosas en un idioma extraño y con un vozarrón de fumador.
Recordemos que Madame Louise era fumadora. Los chicos también se nutrieron de más conocimientos, como que Louise había matado a 3 de sus 5 esposos.
La leyenda decía que si entrabas a su mansión y perturbabas la calma, ella tomaría el cuerpo de una joven adolescente y los mataría a todos, violentamente.
Todo eso, se recordaba y se repetía una y otra y otra vez, como disco rallado, en las mentes de los perturbados chicos.
Corriendo desaforadamente por las escaleras, Jim tropezó, inevitablemente.
Carl no se dio cuenta, sino hasta después de unos 30 escalones de distancia de lo ocurrido.
Carl volteó, mientras recordaba todo lo aprendido acerca de Madame Louise en Internet.
Casi llorando, gritaba: -  ¡Dejá en paz a mi amigo, bruja de mierda! Mientras que agitaba los brazos y saltaba, como intentado provocarla y que su amigo fuera a escapar.
Nada de eso pasó.
Linda, o Madame Louise, tomó a Jim del cuello y lo puso de pie.
Contaba con una fuerza sobrenatural, estaba fuera de contexto.
Linda comenzó a apretar la garganta de Jim. Cada vez más y más.
Sus dedos Índice y Mayor penetraron el cuello de Jim por un lado, mientras que su pulgar se enterró en el otro extremo.
Jim, llorando, pedía piedad. Algo un poco gracioso, teniendo en cuenta en la situación en la que se encontraba.
La sangre fluía, se escurría entre los dedos de Linda, a quien se la veía sonriente y radiante, como si estuviese abriendo un regalo.
Linda colocó su mano izquierda en el pecho de Jim y tiró del cuello, del cual se había aferrado.
Había arrancado su Nuez, parte de su Faringe y de su Laringe.
La sangre se escurría por las escaleras, mientras que Linda miraba sonriente a Carl, quien se echó a correr como loco cuesta arriba.
Al llegar arriba de todo, se encontró con su amigo Josh, quien además de ser un cobarde, era bastante inteligente.
-         ¡Entremos a esta habitación! – Gritaba Josh.
-         ¡¿Estás loco man?! ¡Quedaríamos encerrados! – Cuestionó Carl
-         ¡Vos metete! ¡Es nuestra única oportunidad! -  Respondió Josh, dando pequeños saltos, en los cuales se podía reflejar su terror.
Linda avanzaba por las escaleras muy lentamente.
En medio de todo ese griterío, 2 personas aparecieron.
-         ¿Que es todo este quilombo? – Dijo uno.
-         ¡¿Viven acá o son sobrevivientes o algo así?! – Preguntaba Josh, crispado en nervios.
-         ¡Un tanto de las tres! ¡Jeje! – Respondió el otro, riendo.
-         ¡No me importa un carajo! ¡Madame Louise viene por nosotros!
Se echaron a correr como locos por el piso de arriba, mientras el vagabundo llamado Jack, les gritaba:
-         ¡¿Cómo mierda hicieron para despertar su ira?! ¡Idiotas!
-         ¡Nose! ¡Solo llegamos y se puso como loca! – Respondía Carl, nervioso.
Josh se había quedado atrás, encerrado en el cuarto, llorando desconsoladamente.
-         ¡Mierda! ¡Josh se quedó atrás! – Gritaba Carl, agitado.
-         ¡Enfocate en sobrevivir, imbécil! – Respondía James, el otro vagabundo.
Josh miraba por la cerradura. Nada.
Intentó mirar por el costado de la puerta. Nada.
Intentó también mirar por debajo, por si alguna sombra se acercaba. Nada.
No iba a salir para nada de esa habitación.
Mirando por la cerradura y rezando, lloraba en silencio.
Linda tocó su hombro. Josh sintió el frío toque de Madame Louise en lo mas profundo de su ser.
Cuando volteó, no hubo tiempo ni de decir “Amén”.
Linda clavó su dedo Índice y Mayor, uno en cada ojo.
Josh, gritaba como nunca en su vida.
Sacó sus dedos de los orificios donde originalmente se encontraban los globos oculares.
La escena era tan nauseabunda, que daba ganas de vomitar al instante.
Devoró sus ojos bañados en sangre con satisfacción, saboreando cada músculo y nervio ocular.
Luego golpeó su estómago tan fuerte, que le hizo un agujero, y un tripero ensangrentado cayó al piso cuando sacó su mano.
Linda se deleitaba con las entrañas del pobre Josh.
Acto seguido, la asesina abrió la puerta de la habitación y comenzó a caminar hacia la dirección en donde estaban los sobrevivientes, por así decirlo.
Encerrados en un corredor, sin puertas ni ventanas, sin salida.
Linda comenzó a correr hacia ellos, cada vez mas y mas rápido.
El miedo se reflejaba en sus pupilas y corría por sus venas.
Ninguno sabia que hacer, les entró pánico y más aún cuando vieron a Linda correr con dos cuchillas en sus manos.
Los dos vagabundos estaban por delante de Carl, quien había quedado un poco mas atrás, desentendido del peligro.
Los vagabundos, con cruces de madera, mostrándolas hacia la dirección donde el demonio se avecinaba, comenzaron a recitar el Padre Nuestro casi gritando.
Linda parecía no tener control. Corría y corría con sus cuchillas en sus ensangrentadas manos.
Una perversa y perturbadora sonrisa diabólica se podía distinguir en su rostro.
Ojos rojos, sedientos de sangre.
No había más tiempo. Mientras Jack y James recitaban el Padre Nuestro, Carl saltó por la baranda de la escalera.
Una idea estúpida pensarán algunos, pero esto salvó su vida momentáneamente.
Lo malo de caer a tan alta distancia, es que es difícil salir ileso. Y eso no fue lo que pasó con Carl particularmente.
Su pierna estaba rota, con fractura expuesta y todo. Era asqueroso.
Se podía ver su hueso, lleno de cartílagos y sangre.
Le importó una mierda. Echó un vistazo hacia el piso de arriba e inmediatamente tuvo que cerrar sus ojos.
Litros y litros de sangre caían desde el segundo piso.
Era evidente que Linda había cercenado las cabezas de James y Jack. O por lo menos, cortado sus yugulares.
Quien sabe… Carl, empapado en sangre, gritaba y corría hacia la puerta de salida.
La cual estaba como trancada, de alguna manera.
Linda se había tomado la molestia de trabarla para que no escaparan, antes de que desapareciera.
Carl golpeaba y empujaba la puerta, acompañado de gritos y llantos que parecían no tener fin.
Linda, perverso ser cubierto de sangre, dio vuelta a Carl y lo puso en frente suyo.
Carl, ya llorando, suplicaba piedad. Era lo que menos iba a obtener.
Las lágrimas se mezclaban con la sangre… nauseabundo.
Linda penetró la caja torácica de Carl, quien tenía ojos y boca abierta.
Hizo tanta fuerza, que terminó arrancándole el corazón.
Finalmente, con su corazón en la mano, se lo metió en la boca y le dio un puñetazo para que entrara en su garganta.
Carl cayó desplomado en el piso, mientras que Linda reía en voz baja.

miércoles, 23 de enero de 2013

LA SOMBRA


Bien, mi historia comienza de manera retorcida…
Mis padres divorciados, lo cual me afectó mucho cuando era chico porque no tenia un lugar fijo donde vivir. A decir verdad, similar a lo que estoy viviendo ahora.
Terminé de deleitarme con la cena de mi madre y fui a acostarme, ya que había estado todo el día practicando partituras nuevas que mi tío me había regalado hace no mucho tiempo.
Me dormí rápidamente. La mudanza afectó de tal manera a mi habitación y a su aspecto, que solo tenia un cuarto sucio, chico, precario…
Lo llamé, por unas semanas, “La Caja”, porque siempre estaba oscuro y bueno… era cuadrada.
Me sentía estúpido y solitario… ¡Mierda! Desgastando las cuerdas de mi guitarra en un desolado rincón de La Caja durante la mayor parte de mi tiempo libre.
Volviendo a lo que me competía en ese momento, sentía frío, estaba desolado.
Somnoliento, termine cayendo en un estado indescriptible, entre la consciencia y la inconsciencia que causaba quedarse dormido.
Lo último que vi fue un bosquejo, un pedazo de sombra, por así decirlo, “parada” a unos pocos metros de distancia de mi cama. No sabía si estaba parada, flotando o si simplemente, no estaba.
Lo que si sabia es que estaba asustado, pero duro poco, ya que me dormí enseguida.
Recuerdo que desperté repentinamente esa cálida mañana de verano, sobresaltado por la terrible pesadilla de un hombre vestido de negro, o probablemente, una sombra, la cual hablaba conmigo, pero no sabia que me decía. O quizás me decía cosas pero era muy ignorante como para comprender o simplemente, nunca pasó.
Desayunando, ya más distenso, narré lo vivido en mi ilusión aquella noche.
Mi madre, como era de esperarse, no me creyó ni una palabra de lo dicho.
Cada vez se hacia peor, dormía con miedo, comía con miedo, vivía con miedo, vivía con La Sombra.


En un punto pensé que era locura o alucinaciones, ya que no dormía bien, pero yo sabía mejor que nadie que no era eso, que algo estaba en mi habitación, en La Caja, en mi vida, en mis sueños, retorciéndome desde adentro hacia fuera.
Me fui a vivir a la casa de mi tío por una semana.
Para que mi madre no se sintiera sola, llamó a su hermana, la cual también se habia separado de su marido, en ese entonces mi tío, con el cual convivía día a día.
Tenía una ligera tendencia a consumir marihuana. Naturalmente la fumaba.
Comencé a fumar de esa mierda al poco tiempo de haber estado en su residencia, ya que estuve allí como 3 semanas, sin escatimar, cronológicamente hablando.
Eso no era importante. Mi tía tenia 2 hijas en ese entonces (digo en ese entonces porque una fue brutalmente asesinada y la otra era adicta a la cocaína… ya sabrán como habría terminado).
Ellas eran casi de mi edad, un poco más chicas. Nunca me hablé con ellas, no me interesaba.
Estaba consumido… por el uso de estupefacientes y por el hecho de que mi madre no me creyera la historia de La Sombra.
Semanas después de convivir con mi tío y con la mierda, recibí una llamada de mi madre, muy angustiada, explicando que estaban muy asustadas porque escuchaban sonidos como si fuesen golpes, portazos, cosas así, provenientes de mi habitación.
No me sorprendí mucho ya que supuse que esto pasaría…
También me contó que mis primas, ella y su hermana también habían tenido un sueño similar al mío, con un hombre vestido de negro, o una sombra, no se distinguía bien.
El hombre, o lo que fuere, balbuceaba palabras pero nunca nadie lo podía entender.


Un mes había pasado. No había recibido llamadas, mensajes, cartas de mi madre. Ni siquiera una mera señal de vida de nadie.
Estaba preocupado, instintiva y subconscientemente conocía a La Sombra, sabía que era capaz que cualquier cosa, aunque no sabia hasta donde o hasta cuando.
Mi madre me llamó nuevamente, dándome la noticia de que se iban a mudar a una casa lejos de la misma.
La noticia me dejó boquiabierto. Mi madre no era para nada creyente en lo paranormal y ese tipo de “chantajes” como solía llamarlo. Aunque era muy creyente… confiaba en Dios y toda la bola. Yo, valga la redundancia, no le “daba bola”.
Me tomó por sorpresa. Pensé que era mejor volver con mi madre… ya saben, que todo vuelva a la normalidad, o al menos aparentarlo.
Empaqué lo poco que tenia, me alejé de mi tío, el cual no era precisamente la clase de tíos afectivos que te dan un abrazo y te desean lo mejor.
Con ojos rojizos y un humeante ambiente asqueroso que lo rodeaba, simplemente tomó su whisky y balbuceó algo como “Suerte, volvé algún día.
También tuve que alejarme de las drogas, el alcohol y bueno, todo eso.
No era un problema, ya que no tenía una personalidad adictiva… o al menos eso creía.
Volví a mi nueva casa, con mi madre, quien estaba mucho mas tranquila.


Las cosas pasaron rápido. Simplemente La Sombra seguía atormentándonos, aunque yo sabía que la cosa era conmigo.
Nos mudamos unas 3 o 4 veces más. - ¿Qué cómo comprábamos tantas casas? – Simple; vendíamos la anterior y así sucesivamente.
A veces con un poco más de esfuerzo, a veces con menos.
Nos acostumbramos a esa vida, aunque La Sombra no se detenía; era cada vez mas rápida, certera, fuerte, y aterradora.


Soy una persona rara, usualmente suelo tener sueños premonitorios, cosas raras.
Recuerdo que cuando tenía 8 años, soñé con gente muerta, un sueño particularmente bizarro en sí. Hasta llegue a soñar con el mismísimo Diablo… ¡Carajo!
Fui cuidadosamente tratado por psicólogos, psicólogas, analistas y demás.
No creía en nada de eso. Era mas profundo el análisis de la mente del ser humano. Francamente pensaba que el ser humano era demasiado complejo como para entender su retorcida mente de mierda.
En fin, según ellos, estaba deprimido. Y en parte era cierto, y que por eso alucinaba cosas como sombras y esa clase de rarezas. En eso estaban equivocados porque todos tuvieron experiencias cercanas con ella. Era como la muerte. Supuse que era la muerte, no se… ya estaba perdiendo un poco la cordura, y la paciencia también…


Me pedía que valla con él, prácticamente que me suicidara, decía que iba a encontrar la luz, que iba a divertirme, que allí había todo lo que yo quería.
Todo eso por medio de sueños, claro.
Una mañana mi madre me contó que soñó con que un hombre vestido de negro trataba de ahorcarla.
Otra vez, una tarde de otoño, estaba revisando mails en mi ordenador, cuando se dio vuelta, por instinto cree ella. Vio un hombre vestido de negro caminando por el patio.
Cuando ella se puso de pie, el hombre desapareció en frente de sus ojos. Como si hubiese parpadeado por una milésima de segundo, y el hombre ya no estaba.
Estaba harto, cansado, triste, confundido, desplomado, solitario, alejado, arraigado hasta el culo a esta criatura siniestra que me atrapaba de adentro hacia fuera y viceversa.
Una fría mañana de otoño, miré por la ventana y veía a los chicos del barrio corretear por ahí, jugando con pelotas de fútbol, riendo, siendo felices.
Hace años que no encontraba la felicidad.
Este hombre había consumido mi vida. Pero ya no más.
Tomé un filo de la máquina de afeitar que en ese entonces usaba, tapé la bañera y abrí el agua caliente.
Inhalé profundamente… suspiré.
El suspiro parecía interminable. Solo que quería terminar con todo.
Me sumergí en las aguas y bueno… lo demás surge por lógica, a menos que no la tengas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

TERROR A LA OBSCURIDAD


Estaba somnoliento, había estado gran parte de la fría noche terminando un trabajo escolar, solo, en su habitación.
Sus padres eran importantes empresarios dedicados completamente al mundo de los negocios, solo trabajaban para acumular una gran riqueza para su hijo, su futuro heredero.
El joven Kurt se había acostumbrado a pasar las hartas tardes y las heladas noches en soledad, solo en compañía de su ordenador, algunos libros y música que pueda escuchar de su teléfono celular, una cama, un ropero y un barato televisor, nada lujoso hasta entonces.
Las primeras noches durmió acompañado por un amigo suyo, ya que temía un poco al quedarse solo en su casa por las noches.
A medida que se fue acostumbrando a este hecho, su amigo dejo de concurrir a su casa, y en las vacaciones, cada vez se veían menos.
A Kurt le gustaba la soledad en ese entonces, escuchar música, ver por la ventana como una cruel llovizna atormentaba a los trabajadores de la ciudad y navegar por Internet, divulgando rumores y curioseando en redes sociales.
Una noche, sintió la necesidad de dormir con otra frazada, ya que el frío, en esa noche, hacia sentirse.
En la obscuridad absoluta de su habitación, Kurt buscaba una colcha para abrigarse, en el fondo de su ropero.
De repente, sintió un escalofrío en la espalda, como si alguien o algo pasara por detrás de él, haciéndole sentir lo que nunca había sentido jamás: Terror a la obscuridad.
Se dio vuelta, rápidamente, ya que tenía un gran coraje, el cual había adquirido en todos esos años de soledad.
Iluminó lo que pudo con su celular, no encontraba el interruptor de la luz de su habitación.
Era como si esa cosa lo hubiese mareado, no sabia en que parte de su cuarto estaba, no encontraba la cama, la precaria televisión, el ordenador, no hallaba respuesta alguna.
Comenzó a caminar hacia atrás mientras miraba atentamente hacia sus alrededores hasta que topó con algo y cayó encima de sus colchas, en su cama.
Se sentía aliviado, como si estuviese a salvo, en brazos de sus padres, ya olvidados.
Se arropó lo más rápido posible y se quedó quieto, para dormirse cuanto antes posible.
A la mañana siguiente, todas las puertas y las ventanas de su casa estaban abiertas, incluyendo las de su armario.
Esto atemorizó a Kurt, quien llamó a su amigo, el cual no respondió ni el teléfono y los mensajes de texto que le había enviado anteriormente.
No supo que hacer más que cerrar toda ventana y puerta que encontrara a su paso y encerrarse en su cuarto.
Acabado el almuerzo, corrió a su habitación a escuchar música y olvidarse de lo que pasaba en su hogar por unos instantes.
Cuando llegó la hora de dormir, todo era calmo, una leve brisa de invierno sacudía las hojas de los árboles serenamente mientras que Kurt se preparaba para dormir.
El joven se había arropado bien, ya que hacia mucho frío, como de costumbre.
Sentía que algo se apoderaba de su habitación, algo maligno, a medida que los minutos pasaban.
Las horas se hacían eternas. A pesar del frío, Kurt estaba sudando de los nervios. Era tan solo un chico de 15 años, nada mas ni nada menos.
Mantenía sus ojos cerrados ya que el temor le jugaba en contra, el temor a la falta de luz.
Cuando se animó a abrir un ojo, para echar un vistazo de lo que sucedía en su habitación escasa de luz, vio algo que lo hizo temblar.
Unos ojos rojizos en el fondo de la habitación, al lado de la puerta de entrada a su cuarto.
Enormes, penetrantes, que lo hacían llorar, sentía que la sangre le hervía, que las venas le estallaban y que el veneno se apoderaba de su cuerpo.
Kurt fue encontrado muerto en su habitación un 14 de Noviembre, tal cual como se había dormido.
El caso fue caratulado “Ojos Sangrando” debido a que Kurt había sido encontrado con sus ojos completamente bañados en sangre, como si hubiese llorado sangre, como si hubieran sido quemados con algo, era realmente increíble.
Los padres no volvieron a verlo jamás, pero seguían enviándole cartas a su domicilio, el cual quedó vacío, ya que nadie quería convivir con el demonio de los ojos rojos.

sábado, 29 de septiembre de 2012

EL TERCER PISO:


El hombre había sufrido un paro cardíaco, posteriormente fue internado urgentemente en un hospital muy cercano, pues era el único que había en el pueblo, ya que era muy pequeño.
Fue solo cuestión de tiempo para que el hombre enloqueciera.
Los enfermeros parecían malditos, el edificio era viejo, las paredes eran viejas y desgastadas.
Anteriormente había sido un manicomio, eso lo decía todo.
Los enfermeros que allí trabajaban, eran crueles con el joven Stanley.
Cuando tenía sed, ponían el vaso con agua a una distancia considerable de él, cosa que el no podía levantarse, por el daño que había sufrido en las arterias del corazón.
En la noche, se oían gritos desgarradores, algunos parecían de locos, otros de gente que estuviese siendo torturada despiadadamente, pero otros, parecían suplicar piedad, ayuda.
El hombre comenzó a sentirse cada vez más mal.
Había sufrido una fiebre muy alta, posteriormente vómitos y náuseas.
Le habían dicho que se mejoraría, pero el hombre sabía que no, sabía que solo podía esperar y esperar, hasta que lo peor sucediera.
No tenía familia, amigos, el joven Stanley no tenía a nadie en el mundo como para que lo acompañara en este difícil desafío.
Stanley murió días después de sufrir varias convulsiones y fiebres altísimas, que lo llevaban a delirar como loco.
Sus últimos días de vida los pasó en una camilla, como un vegetal, sin moverse por un tiempo, sin poder hacer casi nada. Solo sufrir, rezar, llorar, vomitar y sufrir.
Era el tercer piso donde Stanley había muerto.
Se dijo que ese tercer piso quedo maldito luego de que el joven Stanley muriera allí, sufriendo como un condenado.
Un joven cayó en coma luego de ingerir una gran cantidad de alcohol, unos años luego de la muerte de Stanley.
En sus sueños, veía a gente llorando y sufriendo, escuchaba voces, voces del más allá mientras que dormía en su habitación, en la camilla.
Sabía que no estaba solo, algo o alguien lo observaba. Miraba hacia las paredes, luego de haber despertado de su sueño eterno.
Parecía como si el joven, llamado Jackson, estuviese al borde de una crisis nerviosa.
Cayó en coma nuevamente, pero esta vez por problemas psicológicos.
Nadie le creía que veía a Stanley caminando por los corredores del hospital, hablándole, llorando sangre y gritando.
Creían que era un mito, que Jackson estaba bromeando y que estaba volviéndose loco.
En parte era cierto, pero porque Stanley lo volvía loco a propósito.
Un tiempo después, Jackson despertó. Pero todo era diferente… veía que su alrededor estaba devastado, no estaba ese murmullo de gente en el hospital.
Sentía que estaba solo, pero no del todo.
Sabía que estaba solo allí porque no había gente, pero sabía que el joven Stanley estaba con el, mirándolo, siguiéndolo, hablándole.
Comenzó a caminar por un largo corredor, el más grande de todos, el cual conectaba a todas las salas con la entrada y con todas las demás habitaciones de los pacientes.
Escuchaba niños gritando, llorando, pidiendo ayuda.
Algunos susurraban el nombre que lo aterrorizaba: “Stanley…” “Stanley…” “Stanley...”
Comenzó a ver cada vez mas figuras abominables rodeándolo, danzando alrededor de él, gozando de su sufrimiento, mientras resonaba una horripilante canción, como infantil, cantada por niños, diabólica, satánica, te volvía loco, lo volvía loco a él, a Jackson.
Hasta que explotó, pegó un grito desollozante, como intentando acallar las voces interiores que lo atormentaban.
Vio escrito en una pared un comunicado que decía: “STANLEY… EL NOS QUITO TODO.”
Sabía que no era una leyenda, sino que era real. Un puto demonio, diabólico, que quería ver sufrir al joven Jackson.
Se dio vuelta, y vio la peor imagen que jamás hubiera podido ver en toda su corta vida.
Era Stanley, pero era diferente a las fotos que él había encontrado por el Internet.
Tenía marcas de golpes y quemaduras. Parecía maltratado.
Con ropa chamuscada y destrozada, tenía su rostro pálido, sus ojos enrojecidos, llenos de sangre, odio, rencor.
Una boca abierta, con una sonrisa en ella que era imposible de hacer.
La mueca mas horrible de todas, una mueca diabólica, lo miraba fijamente, mientras que comenzaba a caminar mas y mas cerca de Jackson.
- N… No… No m… m… no me hagas daño! Por favor! – Gritaba Jackson, aterrorizado, llorando, casi en el piso, suplicándole de rodillas a Stanley, rogando por su vida.




FIN... ?