lunes, 28 de enero de 2013

HUYE MIENTRAS PUEDAS


 1998, noche fría y tenebrosa. Se podía percibir el terror en las temblorosas manos del más joven del grupo, Josh.
Linda, Carl y Jim estaban tan emocionados y excitados por la aventura que no tuvieron conciencia alguna de lo que estaban por hacer, ni de lo que podría afectar a la joven mente de Josh esta peligrosa, obscura pero excitante expedición.
Los 4 jóvenes se encaminaron a una aventura que, si bien sabían cuál era el grado de peligro, siguieron adelante, en el auto de Carl, a toda marcha.
Les gustaban las cosas de terror. Recuerdo que una noche jugando al juego de la Ouija, Jim insistía: - “¿Por qué no se mueve esta porquería? ¡No veo el día en que realmente encuentre algo que pueda asustarme de verdad!”.
Pronto tanto el como el resto del grupo iban a arrepentirse.
Se dirigían a una especie de “mansión embrujada” o algo por el estilo.
Buscaron y buscaron en Internet sitios tenebrosos con leyendas increíbles que relataban lo que en algún momento había acontecido en determinado lugar.
Lo mejor que encontraron, o que más les llamó la atención, fue esta enorme casa abandonada.
Buscaron la historia. Madame Louise se había suicidado una soleada tarde de primavera en 1944. La mujer vivía sola, por lo que nunca nadie jamás supo porqué decidió quitarse la vida.
Los chicos solían ocupar una residencia en el sur de California, Estados Unidos.
Lo cual dificultaba mucho su llegada a la casa de Madame Louise, ya que se ubicaba a unas 77,05 millas (124 kilómetros, más exactos) de donde solían residir.
Luego de hartas horas de viaje, habían llegado.
El lugar era impactante: Completamente desolado. Pasto quemado, basura, suciedad, vagabundos en las veredas, y mejor no sigo nombrando porque daban ganas de echarse a llorar, realmente.
Recordaron a Madame Louise, una famosa presentadora de noticias en un canal de televisión americana.
Nunca nadie la volvió a recordar. Me refiero a que nadie volvió a hablar de ella ni nadie visitaba su tumba. Tristemente, Louise, había quedado en el olvido, al igual que su destruida casa en ruinas.
Los adolescentes, repletos de vigor y entusiasmo, se bajaron del auto con linternas y 2 cámaras filmadoras.
Un vagabundo les advertía, mientras que Carl reía.
Fueron hasta la puerta. Realmente se sentía la pesadez de una presencia en ese lugar. Y realmente era fácil de darse cuenta de algo: ELLA NO LOS QUERIA DENTRO DE SU HOGAR.
Poco y nada les importó las advertencias: Tanto en el foro de Internet, como en la calle, las advertencias del sabio vagabundo.
Frenética, Linda pateó la puerta repetidas veces sin un resultado satisfactorio. Jim tumbó la puerta de un “hombrazo” por así decirlo.
Se adentraron en la casa.
Simplemente mugrienta, destruida, maloliente, abandonada, devastada y obscura.
Fría, muy fría por sobre todas las cosas.
Avanzaron entre escombros y pedazos de telas destrozadas, esparcidos por el piso del living.
Carl, Jim y Josh se dirigían a la siguiente obscura habitación, lo cual parecía ser una cocina.
Se escuchó un grito desgarrador, pero leve en su totalidad.
Los hombres, anonadados, no entendían que estaba pasando.
- ¡¿Donde mierda esta Linda?! ¡Maldita sea! ¡Supe desde siempre que esta era una terrible idea! – Lloriqueaba Josh.
-         ¡¿Podes calmarte, man?! – reaccionó Carl, nervioso.
- Vamos a resolver esto como un equipo, ¿si? – Agregó Jim, un tanto tenso.
Un silbido venía de una habitación apartada de todo. Los muchachos se dirigieron allí inmediatamente, pensando que encontrarían a su amiga.
Era un dormitorio.
No muchos objetos se encontraban en el, o al menos, objetos de valor.
Una cama antigua de roble con unos bellos detalles tallados en la madera.
Eso no importaba un carajo.
Carl, Jim y Josh no sabían que hacer; simplemente no habían encontrado nada en esa habitación, mas que polvo.
A lo lejos, abandonado, un ventanal dejaba entrar una ligera brisa me revolvía el cabello de los 3 aventureros.
-      Debió ser esta puta ventana – Dijo Jim.
Los demás estaban demasiado nerviosos y asustados como para siquiera responder a la queja de su amigo.
-         Vamos arriba, quizás este allí – Balbuceó Josh, quien no estaba seguro de lo que decía.
-         Vamos allá… ¿qué otra opción nos queda? – Agregó Carl, rendido.
Y así fue. Los 3 se sumergieron en las antiguas, desgastadas y rechinantes escaleras de madera de Madame Louise.
A medida que iban subiendo, sentían cada vez más y más frío.
-    ¡Mierda! ¡Me estoy congelando! – Exclamó Carl.
Los otros 2 muchachos estaban hartos, cansados y asustados. No le dieron importancia a nada. Solo querían encontrar a Linda e irse a casa.
Josh, como siempre tan preventivo y atento, volteaba cada 5 escalones que subía.
Algunos dirán que esto era producto de un loco, pero no lo era.
De lo contrario, ya estarían muertos; Josh volteó, como era de costumbre, hasta que vio algo que lo dejó boquiabierto.
Era Linda. Pero algo había cambiado, algo estaba mal con ella.
Josh lo detectó en un instante: Su pelo, sucio y desgastado, como si no lo hubiese lavado por un mes. Sus ojos grises, sedientos de venganza. Su piel ya no era la de siempre, ya no reflejaba el radiante aspecto de siempre. Sino que era blancuzca, como pálida de un susto.
Aunque el susto se lo llevó el pequeño Josh.
-         M… mu-¡muchachos! ¡corran! – Gritaba desesperadamente Josh.
-         ¿Pero qué carajo te pasa? – Respondió Jim, confundido.
-         ¡Viene por nosotros! ¡Madame Louise viene por nosotros! – Dijo Josh.
Acto seguido, el joven comenzó a subir los escalones frenéticamente, como nunca se lo hubiese visto jamás.
En el momento en que Jim y Carl voltearon, vieron a Linda, completamente fuera de si.
Gritando cosas en un idioma extraño y con un vozarrón de fumador.
Recordemos que Madame Louise era fumadora. Los chicos también se nutrieron de más conocimientos, como que Louise había matado a 3 de sus 5 esposos.
La leyenda decía que si entrabas a su mansión y perturbabas la calma, ella tomaría el cuerpo de una joven adolescente y los mataría a todos, violentamente.
Todo eso, se recordaba y se repetía una y otra y otra vez, como disco rallado, en las mentes de los perturbados chicos.
Corriendo desaforadamente por las escaleras, Jim tropezó, inevitablemente.
Carl no se dio cuenta, sino hasta después de unos 30 escalones de distancia de lo ocurrido.
Carl volteó, mientras recordaba todo lo aprendido acerca de Madame Louise en Internet.
Casi llorando, gritaba: -  ¡Dejá en paz a mi amigo, bruja de mierda! Mientras que agitaba los brazos y saltaba, como intentado provocarla y que su amigo fuera a escapar.
Nada de eso pasó.
Linda, o Madame Louise, tomó a Jim del cuello y lo puso de pie.
Contaba con una fuerza sobrenatural, estaba fuera de contexto.
Linda comenzó a apretar la garganta de Jim. Cada vez más y más.
Sus dedos Índice y Mayor penetraron el cuello de Jim por un lado, mientras que su pulgar se enterró en el otro extremo.
Jim, llorando, pedía piedad. Algo un poco gracioso, teniendo en cuenta en la situación en la que se encontraba.
La sangre fluía, se escurría entre los dedos de Linda, a quien se la veía sonriente y radiante, como si estuviese abriendo un regalo.
Linda colocó su mano izquierda en el pecho de Jim y tiró del cuello, del cual se había aferrado.
Había arrancado su Nuez, parte de su Faringe y de su Laringe.
La sangre se escurría por las escaleras, mientras que Linda miraba sonriente a Carl, quien se echó a correr como loco cuesta arriba.
Al llegar arriba de todo, se encontró con su amigo Josh, quien además de ser un cobarde, era bastante inteligente.
-         ¡Entremos a esta habitación! – Gritaba Josh.
-         ¡¿Estás loco man?! ¡Quedaríamos encerrados! – Cuestionó Carl
-         ¡Vos metete! ¡Es nuestra única oportunidad! -  Respondió Josh, dando pequeños saltos, en los cuales se podía reflejar su terror.
Linda avanzaba por las escaleras muy lentamente.
En medio de todo ese griterío, 2 personas aparecieron.
-         ¿Que es todo este quilombo? – Dijo uno.
-         ¡¿Viven acá o son sobrevivientes o algo así?! – Preguntaba Josh, crispado en nervios.
-         ¡Un tanto de las tres! ¡Jeje! – Respondió el otro, riendo.
-         ¡No me importa un carajo! ¡Madame Louise viene por nosotros!
Se echaron a correr como locos por el piso de arriba, mientras el vagabundo llamado Jack, les gritaba:
-         ¡¿Cómo mierda hicieron para despertar su ira?! ¡Idiotas!
-         ¡Nose! ¡Solo llegamos y se puso como loca! – Respondía Carl, nervioso.
Josh se había quedado atrás, encerrado en el cuarto, llorando desconsoladamente.
-         ¡Mierda! ¡Josh se quedó atrás! – Gritaba Carl, agitado.
-         ¡Enfocate en sobrevivir, imbécil! – Respondía James, el otro vagabundo.
Josh miraba por la cerradura. Nada.
Intentó mirar por el costado de la puerta. Nada.
Intentó también mirar por debajo, por si alguna sombra se acercaba. Nada.
No iba a salir para nada de esa habitación.
Mirando por la cerradura y rezando, lloraba en silencio.
Linda tocó su hombro. Josh sintió el frío toque de Madame Louise en lo mas profundo de su ser.
Cuando volteó, no hubo tiempo ni de decir “Amén”.
Linda clavó su dedo Índice y Mayor, uno en cada ojo.
Josh, gritaba como nunca en su vida.
Sacó sus dedos de los orificios donde originalmente se encontraban los globos oculares.
La escena era tan nauseabunda, que daba ganas de vomitar al instante.
Devoró sus ojos bañados en sangre con satisfacción, saboreando cada músculo y nervio ocular.
Luego golpeó su estómago tan fuerte, que le hizo un agujero, y un tripero ensangrentado cayó al piso cuando sacó su mano.
Linda se deleitaba con las entrañas del pobre Josh.
Acto seguido, la asesina abrió la puerta de la habitación y comenzó a caminar hacia la dirección en donde estaban los sobrevivientes, por así decirlo.
Encerrados en un corredor, sin puertas ni ventanas, sin salida.
Linda comenzó a correr hacia ellos, cada vez mas y mas rápido.
El miedo se reflejaba en sus pupilas y corría por sus venas.
Ninguno sabia que hacer, les entró pánico y más aún cuando vieron a Linda correr con dos cuchillas en sus manos.
Los dos vagabundos estaban por delante de Carl, quien había quedado un poco mas atrás, desentendido del peligro.
Los vagabundos, con cruces de madera, mostrándolas hacia la dirección donde el demonio se avecinaba, comenzaron a recitar el Padre Nuestro casi gritando.
Linda parecía no tener control. Corría y corría con sus cuchillas en sus ensangrentadas manos.
Una perversa y perturbadora sonrisa diabólica se podía distinguir en su rostro.
Ojos rojos, sedientos de sangre.
No había más tiempo. Mientras Jack y James recitaban el Padre Nuestro, Carl saltó por la baranda de la escalera.
Una idea estúpida pensarán algunos, pero esto salvó su vida momentáneamente.
Lo malo de caer a tan alta distancia, es que es difícil salir ileso. Y eso no fue lo que pasó con Carl particularmente.
Su pierna estaba rota, con fractura expuesta y todo. Era asqueroso.
Se podía ver su hueso, lleno de cartílagos y sangre.
Le importó una mierda. Echó un vistazo hacia el piso de arriba e inmediatamente tuvo que cerrar sus ojos.
Litros y litros de sangre caían desde el segundo piso.
Era evidente que Linda había cercenado las cabezas de James y Jack. O por lo menos, cortado sus yugulares.
Quien sabe… Carl, empapado en sangre, gritaba y corría hacia la puerta de salida.
La cual estaba como trancada, de alguna manera.
Linda se había tomado la molestia de trabarla para que no escaparan, antes de que desapareciera.
Carl golpeaba y empujaba la puerta, acompañado de gritos y llantos que parecían no tener fin.
Linda, perverso ser cubierto de sangre, dio vuelta a Carl y lo puso en frente suyo.
Carl, ya llorando, suplicaba piedad. Era lo que menos iba a obtener.
Las lágrimas se mezclaban con la sangre… nauseabundo.
Linda penetró la caja torácica de Carl, quien tenía ojos y boca abierta.
Hizo tanta fuerza, que terminó arrancándole el corazón.
Finalmente, con su corazón en la mano, se lo metió en la boca y le dio un puñetazo para que entrara en su garganta.
Carl cayó desplomado en el piso, mientras que Linda reía en voz baja.

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