sábado, 29 de septiembre de 2012

EL TERCER PISO:


El hombre había sufrido un paro cardíaco, posteriormente fue internado urgentemente en un hospital muy cercano, pues era el único que había en el pueblo, ya que era muy pequeño.
Fue solo cuestión de tiempo para que el hombre enloqueciera.
Los enfermeros parecían malditos, el edificio era viejo, las paredes eran viejas y desgastadas.
Anteriormente había sido un manicomio, eso lo decía todo.
Los enfermeros que allí trabajaban, eran crueles con el joven Stanley.
Cuando tenía sed, ponían el vaso con agua a una distancia considerable de él, cosa que el no podía levantarse, por el daño que había sufrido en las arterias del corazón.
En la noche, se oían gritos desgarradores, algunos parecían de locos, otros de gente que estuviese siendo torturada despiadadamente, pero otros, parecían suplicar piedad, ayuda.
El hombre comenzó a sentirse cada vez más mal.
Había sufrido una fiebre muy alta, posteriormente vómitos y náuseas.
Le habían dicho que se mejoraría, pero el hombre sabía que no, sabía que solo podía esperar y esperar, hasta que lo peor sucediera.
No tenía familia, amigos, el joven Stanley no tenía a nadie en el mundo como para que lo acompañara en este difícil desafío.
Stanley murió días después de sufrir varias convulsiones y fiebres altísimas, que lo llevaban a delirar como loco.
Sus últimos días de vida los pasó en una camilla, como un vegetal, sin moverse por un tiempo, sin poder hacer casi nada. Solo sufrir, rezar, llorar, vomitar y sufrir.
Era el tercer piso donde Stanley había muerto.
Se dijo que ese tercer piso quedo maldito luego de que el joven Stanley muriera allí, sufriendo como un condenado.
Un joven cayó en coma luego de ingerir una gran cantidad de alcohol, unos años luego de la muerte de Stanley.
En sus sueños, veía a gente llorando y sufriendo, escuchaba voces, voces del más allá mientras que dormía en su habitación, en la camilla.
Sabía que no estaba solo, algo o alguien lo observaba. Miraba hacia las paredes, luego de haber despertado de su sueño eterno.
Parecía como si el joven, llamado Jackson, estuviese al borde de una crisis nerviosa.
Cayó en coma nuevamente, pero esta vez por problemas psicológicos.
Nadie le creía que veía a Stanley caminando por los corredores del hospital, hablándole, llorando sangre y gritando.
Creían que era un mito, que Jackson estaba bromeando y que estaba volviéndose loco.
En parte era cierto, pero porque Stanley lo volvía loco a propósito.
Un tiempo después, Jackson despertó. Pero todo era diferente… veía que su alrededor estaba devastado, no estaba ese murmullo de gente en el hospital.
Sentía que estaba solo, pero no del todo.
Sabía que estaba solo allí porque no había gente, pero sabía que el joven Stanley estaba con el, mirándolo, siguiéndolo, hablándole.
Comenzó a caminar por un largo corredor, el más grande de todos, el cual conectaba a todas las salas con la entrada y con todas las demás habitaciones de los pacientes.
Escuchaba niños gritando, llorando, pidiendo ayuda.
Algunos susurraban el nombre que lo aterrorizaba: “Stanley…” “Stanley…” “Stanley...”
Comenzó a ver cada vez mas figuras abominables rodeándolo, danzando alrededor de él, gozando de su sufrimiento, mientras resonaba una horripilante canción, como infantil, cantada por niños, diabólica, satánica, te volvía loco, lo volvía loco a él, a Jackson.
Hasta que explotó, pegó un grito desollozante, como intentando acallar las voces interiores que lo atormentaban.
Vio escrito en una pared un comunicado que decía: “STANLEY… EL NOS QUITO TODO.”
Sabía que no era una leyenda, sino que era real. Un puto demonio, diabólico, que quería ver sufrir al joven Jackson.
Se dio vuelta, y vio la peor imagen que jamás hubiera podido ver en toda su corta vida.
Era Stanley, pero era diferente a las fotos que él había encontrado por el Internet.
Tenía marcas de golpes y quemaduras. Parecía maltratado.
Con ropa chamuscada y destrozada, tenía su rostro pálido, sus ojos enrojecidos, llenos de sangre, odio, rencor.
Una boca abierta, con una sonrisa en ella que era imposible de hacer.
La mueca mas horrible de todas, una mueca diabólica, lo miraba fijamente, mientras que comenzaba a caminar mas y mas cerca de Jackson.
- N… No… No m… m… no me hagas daño! Por favor! – Gritaba Jackson, aterrorizado, llorando, casi en el piso, suplicándole de rodillas a Stanley, rogando por su vida.




FIN... ?

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