miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿SOLO EN CASA?


CAPÍTULO 1: NO ESTAS SOLO


Era una noche como cualquier otra. Gustavo había terminado de cenar. Posteriormente a eso, deleitó sus pupilas con un buen programa de comedia que en ese horario transmitían por televisión.
Sus padres, incansables trabajadores de la megacorporación mas grande de la cuidad, trabajaban casi todo el dia, y, como era de costumbre, Gustavo se encontraba solo en su casa, como todos los días.
La mayoría de las veces, llamaba a alguien y lo invitaba a casa a ver películas de terror y comer golosinas. Ya sea un pariente, o un amigo.
Pero ese día fue la excepción: Se la pasó todo el dia jugando en la computadora.
Luego de hartos programas de comedia, el hombrecillo puso una película de terror que le había recomendado un amigo.
La película lo aterrorizó, por lo que dio pasó a la siguiente acción: Apagar la televisión.
Tenía demasiado miedo. Subió las escaleras como un rayo, se desvistió mientras que caminaba rápidamente y se arrojó a la cama.
Para ese entonces todas las luces de la habitación estaban apagadas, por lo tanto, generaba un ambiente de mayor tensión, razón por la cual no se levantó a encenderlas.
Lo único que pudo hacer fue intentar encender su televisión, hecho que no pudo concretar.
El sabia que algo malo pasaba, la luz se había ido.
Su familia tenía un sistema en toda la casa, el cual pone a brillar un punto rojo en una parte de cada habitación de la casa, avisando que se fue la luz.
El niño estaba aterrorizado. Sentía escalofríos. Sabía que a pesar de que pensaba que estaba solo en su casa, había una presencia extraña. No eran sus padres, no eran sus abuelos ni sus tíos, ni tampoco sus primos ni amigos. Sentía que la maldad se podía olfatear en toda la casa. Había una presencia siniestra y diabólica.


CAPÍTULO 2: RUIDOS EXTRAÑOS


Ya habia oscurecido, todo el mundo se habia ido a dormir.
El viento resoplaba hasta el punto de dibujar con un lienzo un dulce y leve silbido.
Gustavo, inquieto en su cama, intentaba dormir.
Hasta que comenzó a escuchar ruidos. El ruido de un auto, el ruido de llaves, el ruido de la puerta que se abria y se cerraba.
Supo desde ese entonces que estaba en peligro. Sabia que no eran sus padres, ni tampoco ningun familiar. Reconoceria al instante el sonido de un familiar llegando a su hogar.
Estos sonidos no se semejaron en nada con los propios dichos.
Gustavo temía por su vida.
Escuchó un ruido, como su un perro rabioso pasara corriendo rápidamente por la entrada de su habitación.
La luz volvió al fin. Se había ido por 35 minutos. Para él, una eternidad.
De repente escuchó otro ruido, que esta vez, lo atemorizó más.
Escuchaba como si un perro salvaje estuviese jadeando como loco detrás de la puerta de su habitación.
Oyó cuando los padres llegaron, pero antes de que pudiera abrir la puerta para salir corriendo y abrazarlos, escuchó lo peor.

CAPÍTULO 3: EL ASESINO EN CASA

Gritos desgarradores se escuchaban desde el living de su casa. Eran sus padres.
Inmediatamente, sin dudarlo un segundo más, abrió la puerta y se lanzó a las andadas.
Bajó las escaleras casi tirandose desde el segundo piso.
Alli vio algo que lo traumatizaría y lo marcaría de por vida.
Sus padres, completamente destripados, desfigurados y ensangrientados.
Sin ninguna huella de que eran seres humanos. Parecían carne picada, estaban irreconocibles.
El niño comenzó a llorar. Sintio un escalofrío que le bajaba por la espina dorsal. Sabía que lo había perdido absolutamente todo.
A un costado de la sangrienta escena, se encontraba el.
Un monstruo completamente horrible. Tenía la estructura corporal de un hombre, solo que este estaba desnudo.
Estaba posado sobre sus extremidades posteriores y completamente encorvado.
Poseía, en sus manos, garras. En este caso, estaban completamente ensangrientadas y entripadas. Eran enormes.
Lo que más le impactó a Gustavo, fueron los ojos del monstruo.
Transmitían un miedo y un vacío en lo mas profundo del alma. Sentía como si el bicho lo estuviese matando por dentro. Eran redondos y blancos.
Se dio media vuelta y se echó a correr escaleras arriba, viendo como el monstruo lo perseguía.
Se encerró en su cuarto y comenzó a rezar, ya que había sido criado por sus padres de una forma religiosa.
Rezaba llorando, preguntando porque demonios se había llevado a sus padres.
No encontraba una razón lógica de lo que estaba sucediendo en esa trágica noche de luna llena.

CAPÍTULO 4: ES EL RASTRILLO, AHORA LO SABES.


Cuando Gustavo acabó de rezar, prendió su PC y comenzó a buscar en Internet algo acerca de este monstruo.
Comenzó por poner sus descripciones corporales en el buscador, e inmediatamente foros comenzaron a aparecer, casi con las mismas cosas que a el le habían sucedido en esa noche.
Entró en varios foros para instruirse acerca del monstruo que le había arruinado su vida por completo.
Supo que el “monstruo” se llamaba “El Rastrillo” o al menos así era conocido en la red.
Se supone que se le decía así por las garras que él poseía en sus manos.
Una vez instruido, también supo que El Rastrillo no abre las puertas que están trabadas con llave.
En ese entonces, miró a su puerta y recordó que estaba sin llave.
Corriendo como un loco, cerró la puerta con llave y la trancó con una silla de madera, muy pesada. De esas sillas antiguas.
Se fue a dormir, acompañado por escalofríos y por la presencia de El Rastrillo.


CAPÍTULO 5: LA CRUDA REALIDAD


Era de mañana. Gustavo había pasado la peor noche de toda su vida, no solo por lo de sus padres, sino que durmió muy poco, incómodamente e intranquilo.
Cuando despertó, se asomó por la ventana, y vio que todo era calmo.
Los rayos del sol atravesaban el cristal de la ventana y se arropaban entre las sábanas de la cama de Gustavo.
Abrió la puerta de su habitación, anteriormente quitado el seguro de llave y la pesada y antigua silla.
Vio hacia ambos lados y no veía rastros de El Rastrillo.
Bajó y, donde había visto a sus padres descuartizados, solo había sangre seca.
El supo que El Rastrillo se los había deborado como golosinas, como las golosinas que Gustavo comía cuando veía películas de terror con sus amigos.
Supo afrontar a la realidad, ya que era un hombre muy duro, criado de esa manera por su padre.
Fueron pasando los años, los familiares y los amigos se habían enterado hace tiempo ya…
Ellos lo visitaban muy repetidamente, casi todos los días. Ya casi se les había tomado por costumbre pasar aunque sea 4 de los 7 días de la semana.
Los días y las noches pasaban, y el cada vez temía menos, se hacía más fuerte.
Siempre soñaba con el, siempre estaba en su habitación. El lo sabia, porque lo veía cuando volteaba para cambiarse de postura cuando estaba durmiendo. Lo veía entre dormido, con sus ojos brillantes y redondos. Su circunferencia era perfecta.
El siempre estaba ahí, encorvado y desnudo, observándolo con sus brillantes esferas que tenía como ojos.


CAPÍTULO 6: CONVIVIENDO CON LA BESTIA


Nunca pudo olvidar lo que había pasado esa fría noche de otoño, donde las hojas caían a morir por siempre.
Una noche, despertó agitado, por un sueño que había tenido. Soñó que El Rastrillo lo perseguía. Pero no era una persecución normal, o breve, era una persecución increíble, una persecución sin fin.
Lo perseguía por toda la cuidad, por su antiguo colegio, por su casa, por la calle, por su mente, por todos lados.
Cuando había despertado, lo vió ahí, sentado en los pies de su cama, sonriendo con unos dientes increíblemente grandes. Parecian dientes de perros pero evolucionados, filosos, terminados en forma de cuspide, increíbles.
Lo miraba fijamente a los ojos… no sentia miedo, sentia furia. Furia por lo que había pasado aquella noche, furia porque lo había dejado solo en esa maldita casa, furia, porque sabía que sus padres jamás volverían, furia porque le había arrancado lo mas preciado que tenía en su vida...






FIN… ?

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